24 marzo, 2007

Espejo Virtual


Tenía la mente en blanco y la cabeza llena de lenguas ajenas. Situaciones externas e internas que se confabulaban en mi mente para no permitir el silencio mental. En fin! Un mezcladillo de cosas. Me miré al espejo y la respuesta que recibí del otro lado empezó a preocuparme: me estoy acostumbrando a no sentir, a esta quietud y reposo, tanto que mi homeostasis me obliga a agitarme, aunque sea con reminiscencias o con paranoias cuando estoy más inquieta. Me encanta! –pensé-.

Es algo así como dominar el tiempo, hacer de ese río que fluye tenaz, persistente, sin respiro, un estanque de aguas tranquilas, para que la serenidad descanse y se amanse, algo así como pedirle una prorroga al espacio entre segundo y segundo. Pero la conciencia se había mudado ya al otro lado del espejo y, obstinada, seguía incomodando con su soliloquio.