01 marzo, 2010

XXIII


El Señor es mi pastor,

nada me falta.

En prados de hierba fresca me hace reposar,

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repone mis fuerzas.

Me guía por la senda del bien,

haciendo honor a su nombre.

Aunque pase por quebradas peligrosas,

ningún mal temeré

porque estás conmigo,

tu bastón y tu vara me protegen.

Me preparas un banquete

para envidia de mi adversario,

perfumas con aceite mi cabeza

y mi copa rebosa.

Tu amor y bondad me acompañan

todos los días de mi vida;

y habitaré en la casa del Señor

por días sin término.

No hay comentarios: