02 junio, 2007

Los niños no tienen tiempo de ser niños


Fue hace unos días que comencé a ver normal, precisamente logré abstraerme de los sucesos cíclicos y naturales, para detenerme a vivir esas aventuras aparentemente rebalsadas de espíritu y progresivas en el llenado de sensaciones experimentales que conforman el añejo y nutrido ser caracterizado por su sabiduría, los sueños añejos incumplidos y fracasados y los ademanes propios de quien ya ha pasado por una experiencia en el devenir, es decir, que la ha intuido por vejez.
El tiempo es de las cosas que más me ha costado a entender y que de niña temí por su poder y, en especial, por su poder sobre mi seguridad y mi confianza. Deseo ser vieja para obtener mis deseos incumplidos, llenarme de fracasos y conseguir la tan preciada demencia que nos convierte finalmente en los seres más felices entre los desdichados. Lamento no referirme a mi niñez, pues estuve ocupada en que la sociedad me preparara para sufrir por mi vejez.

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